No todas las grasas que ingerimos de manera habitual son malas para el organismos como se creía hace tiempo. Las grasas saturadas, presentes principalmente en los alimentos de origen animal sí podrían poner en riesgo la salud. Pero las grasas monoinsaturadas o poliinsaturadas tienen el efecto contrario.

Según indica el Dr. Domingo Carrera, médico especialista en nutrición de CMED, las grasas saturadas tienen un efecto inflamatorio y elevan los niveles de colesterol LDL (el "malo") aumentando el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, como un infarto o un ictus. También aumentan la resistencia a la insulina (con la posibilidad de desarrollar diabetes tipo II), la obesidad y el denominado Síndrome Metabólico.

Por su parte, las grasas mono o poliinsaturadas tienen el efecto contrario, es decir, aumentan los niveles de colesterol HDL (el "bueno") y tienen un efecto antiinflamatorio y antioxidante. Esto supone que disminuye el riesgo de sufrir patologías como el ictus o el infarto. Por otra parte, protegen frente a la diabetes, el cáncer o el Alzheimer, entre otras.

Las grasas buenas las encontramos, explica el Dr. Domingo Carrera, en los pescados azules, los frutos secos, el aguacate, las aceitunas, el aceite de oliva y otros aceites vegetales, ricos en ácidos grasos omega 3, 6 y 9.

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