La obesidad es un gran problema de salud que acarrea otro tipo de enfermedades, sin embargo, es todavía más preocupante cuando ésta comienza a edades tempranas. 

Diferentes estudios sobre la obesidad en la infancia revelan que el consumo excesivo de grasas y azúcares refinados (y su posterior transformación en grasas de depósito) está provocando alteraciones anatómicas y fisiológicas en diferentes órganos, que además se encuentran en proceso de maduración.

En los últimos tiempos se están centrando en cómo afecta la obesidad al sistema nervioso y al cerebro de niños y adolescentes. Al ser éstas estructuras complejas que tarden más en madurar, un exceso de grasa en el cuerpo puede llegar a alterar este proceso de maduración. Lo que se traduce en alteraciones de las estructuras fundamentales que suponen problemas en el desarrollo psicológico y emocional de esta población, dando lugar a enfermedades y síndromes de orden psiquiátrico y a alteraciones en el desarrollo psicológico y cognitivo. 

A día de hoy, ya es conocido que un exceso de grasa de depósito en los tejidos provoca un proceso inflamatorio. La inflamación es reversible siempre y cuando se elimine el exceso de grasa. El problema es que si la grasa persiste durante un tiempo prolongado, la inflación se cronifica y acaba por alterar la maduración y función de los órganos y tejidos donde existe el exceso de grasa. Este hecho provoca problemas hormonales y enzimáticos que pueden acabar convirtiéndose en enfermedades. 

De esta forma, niños y adolescentes obesos desarrollan alteraciones en la producción de algunos neurotransmisores, además de que pueden padecer activaciones y bloqueos  de zonas concretas del cerebro. Esto supone que puedan desarrollar, incluso, síndromes de estrés postraumático sin haber padecido un trauma, además de presentar una respuesta alterada a situaciones de temor. Es decir, que niños y adolescentes obesos son más propensos a desarrollar problemas psiquiátricos y de adaptación. 

Hay diferentes estudios que demuestran que los pacientes obesos sufren con mayor frecuencia depresión y ansiedad comparadas con personas con un peso equilibrado. Si el problema de obesidad aparece en la infancia o adolescencia las posibilidades de sufrir una depresión antes de llegar a la edad adulta se multiplican (sin olvidar que la consecuencia más grave de la depresión es el suicidio). 

Por otra parte, cada vez hay más investigaciones que sugieren que hay hasta 30 tipos de cánceres asociados a la obesidad y que si está se da en edades tempranas aumenta el riesgo de que los tumores se presenten más pronto y sean más agresivos. 

En el caso de las enfermedades cardiovasculares ocasionadas por la obesidad, la población infantil con este problema se convierte en candidata de padecer infartos e ictus a edades adultas más tempranas, con el consiguiente riesgo de muerte y/o invalidez. 

Sin embargo, la gran pandemia que está provocando la obesidad es la diabetes, que en el caso de niños obesos se desarrolla a edades más tempranas. Además, el tipo de diabetes que se desencadena es la tipo II, tradicionalmente de aparición en la edad adulta. 

La solución a este problema pasa por cambiar los hábitos alimenticios de niños y también adultos, ya que éstos se ven reflejados en el espejo de sus mayores. 

Dr. Domingo Carrera Morán, médico especialista en nutrición del Centro Médico-Quirúrgico de Enfermedades Digestivas